La provocación en el surrealismo es un acto
necesario, un acto que define la obra. Decía Breton que: “El acto surrealista
más simple consiste en salir a la calle con un revólver en cada mano y, a
ciegas, disparar cuanto se pueda contra la multitud.
Quien nunca en la vida haya sentido ganas de
acabar de este modo con el principio de degradación y embrutecimiento existente
hoy en día, pertenece claramente a esa multitud y tiene la panza a la altura
del disparo.", a estos tiempos; ¡Quizá eso es lo que piensan los
delincuentes cuando salen a matar al azar!, lo cual no los deja como
delincuentes y/o asesinos sino como Caballeros por el arte. Sin embargo, a
veces la masa necesita algo de miedo, algo que los saque de sus casillas. La
dulce provocación, después de ser mecánica y previsible fue tomada como un
enunciado meramente poético o vulgarizada. Los actos de “provocación” de Dalí,
por ejemplo, ya eran una pantomima, puro show.
Allá por los años setenta cuando la fuerza que
el surrealismo había adquirido en sus primeros años casi se había extinguido,
Benjamín Mendoza y Amor Flores, pintor surrealista boliviano, intentó asesinar
al Papa Paulo VI en Manila. Utilizó un Kris(daga corta), que en ambas caras de
su hoja llevaba inscrita “balas, supersticiones, banderas, reinos, basura,
ejércitos y mierda” mientras gritaba la consigna; “deseo liberar” al ser
arrestado, ¿Liberar de qué?
Giovanni Montini (Paulo VI) estuvo implicado
desde antes de asumir su mandato en lo que se ha llamado las “rutas
clandestinas”, que fueron mecanismos que el Vaticano dispuso para ya sea
salvaguardar o ayudar a la fuga de oficiales nazis, el predecesor de Paulo VI
el Papa Pio XII quién fuese fanático del apoyo a Hitler, fue quién dio
estructura a las famosas “rutas clandestinas” y su mimado Montini quién las continuo.
Existe el registro objetivo que se albergaba a criminales de guerra como Ante
Pavelic (Fascista Croata) dentro del vaticano, viviendo incluso vestidos de
curas.
Mendoza fue reducido por los monseñores Macchi
y Marcinkus, este último no se sabe si a ciencia cierta era cura o no, podría
haber sido un nazi que en agradecimiento por la protección actuaba como
guardaespaldas de Giovanni, años después estuvo implicado en el escándalo de la
quiebra del Banco Ambrosiano y la polémica de las finanzas del vaticano, a Juan
Pablo II le estalló un problema que guardaba insospechadas conexiones con
operaciones financieras ilícitas, la mafia y la logia masónica P-2. El fraude
dejó un agujero de 1.400 millones de dólares y tocaba directamente al banco
vaticano, el Instituto para las Obras de la Religión (IOR), dirigido por
monseñor Paul Marcinkus, que avaló las operaciones. Todo nació a finales de los
años sesenta con el asesor financiero a quien Pablo VI confió la gestión del
patrimonio vaticano, un oscuro personaje relacionado con la mafia llamado
Michele Sindona. Junto con el director del banco católico milanés Ambrosiano,
Roberto Calvi, y Marcinkus, organizó una trama financiera que funcionó hasta
que la crisis de 1974 hizo que se derrumbara. Juan Pablo II defendió a
Marcinkus y le dio una salida a EE UU, mientras Sindona y Calvi morían con
dudosos suicidios. El primero en la cárcel y el segundo ahorcado en un puente
de Londres. Aún hoy es uno de los clásicos de los grandes misterios italianos.
Mendoza y Amor Flores como caballero del arte
nos quiso liberar seguramente de la falsa moral, mucho han dicho y dirán que
“fue una arranque de locura”. Pero sus pinturas siguen reflejando pese al
olvido su descontento social y su crítica acida a la iglesia. Sordo a los
cánticos de quienes prefieren disfrazar su compromiso nuestro pintor ha hecho
carne del mismo, cuando las acciones se convierten en obra surgirán las voces
de desprestigio. “Salvar al mundo de la hipocresía y de la superstición”
es hasta el día de hoy el horizonte de este pintor que es olvidado, y exiliado
de su cuna, pero no se perderá de los corazones de quienes en medio del
basurero al que el capitalismo nos ha conducido vemos nacer la flor del mañana.